martes, septiembre 25, 2007

Excesos, Abismos y Pasiones

El dulce tintinear de las copas se repetía una y otra vez, la celebración de un acontecimiento ocurría…el príncipe del castillo pronto sería rey. El vino en abundancia mojaba nuestras bocas llevándolas al éxtasis que acompañado de los mas deliciosos manjares puestos en una larga mesa de dos kilómetros de extensión hacían en conjunto un clímax gastronómico.


El hambre era saciada, y la gula, pecado capital se burlaba de todos los invitados, el vino se bebía y se derramaba por todo el lugar, el desmande era tremendo. En el castillo estaban toda clase de invitados, desde niños vestidos como viejos, hasta viejos vestidos como niños; había un séquito de jóvenes y virginales princesas que desfilaban graciosas y coquetas sonriéndole provocativamente al que se perfilaba como rey en corto tiempo.


El príncipe, quien al nacer había sido entregado al Dios del aire, caminaba por todo el castillo relacionándose con los invitados y escogiendo a la princesa más hermosa del lugar. Decían que dominaría los cielos logrando enviar los ejércitos del reino a través de él y así conquistar reinos lejanos para después dirigir la conquista desde fuera hacia los reinos mas cercanos, la victoria era segura.


El príncipe, a quien conocía bien por ser buenos amigos de la infancia, apenas reía encantado con el festín, y yo veía como las princesas caían seducidas ante su mirada, princesas virginales, que en realidad la mayoría no lo eran gracias a una que otra pilatuna del agasajado.


De pronto, al otro lado de la inmensa sala, entre cientos de invitados, entre máscaras y risas, entre arlequines y dragones de fuego, entre soldados vigilantes y bufones, noté un diminuto cuerpo que deambulaba solitaria observándolo todo desde lejos como yo. Crucé la sala con curiosidad y allí me encontré con una hermosa casualidad.


Se trataba de una princesa de abismos infinitos donde ver o estar ciego no hacía diferencia, ambos abismos se posaban sobre la tez más blanca nunca imaginada llena de tranquilidad y confianza, que remataba en un centro de sorpresas, de verdades, de toneladas de cariño y lujuria. Todo delante de la más grande de las mentes, de un tamaño imposible para ser contenida en una bóveda tan pequeña, uno de sus misterios.


Su mirada era tímida, sabía que la miraba, pero no podía dejar de verla, estaba allí parado ante ella sin quitar mi mirada atónita; empecé a recorrer su cara con mis ojos y entendía que algún día el dios que escribe el libro de nuestras vidas, debió dejar caer del tintero la mas negra de sus tintas; toda la tinta corrió sobre aquella pequeña bóveda conteniendo la más grande de las mentes, enmarcando la más hermosa de las imágenes que por ser indescriptible como conjunto, solo podría darse detalle de cada una de sus partes a la vez y tomaría una eternidad descifrar cada una de ellas.


Viviría mil vidas por entender su misterio, por descifrar la combinación, perderme en sus abismos por siempre, alcanzar su mente y unirla con la mía, hacernos invencibles en el otro...viviendo su vida y ella la mía, viviendo la nuestra...aunque en realidad vida no querría pues terminaría, preferiría la muerte eterna que nos diera siempre para tenernos y disfrutar cada segundo el misterio de sus abismos, para sentir el vértigo que producían en aquel momento cuando me miraban.


Sabíamos que nos pertenecíamos, no nos habíamos visto, pero nos conocíamos de siempre, nuestras mentes habían estado unidas desde mucho atrás en alguna especie de vínculo virtual. Ella me miró nuevamente a los ojos haciéndome caer en sus negros abismos, levantó su mano lentamente y rozando ligeramente mi oreja quitó la máscara que cubría mi cara, me tomó de la mano y caminó delante de mí halándome con seguridad.


Tomamos uno de los pasillos del castillo, cruzando el jardín real entre miles de aves exóticas que hacían de nuestra travesía un paraíso nocturno imposible, bordeamos el lago donde varias de esas aves bebían tranquilas y descansaban en la oscuridad de la noche. Una de ellas con ojos de fuego, miraba atenta, amenazante con sus garras de águila, alas de dragón, y tres patas la sostenían tan quieta como una estatua, sentí temor; volví a mirar a mi princesa y todo volvió a la calma.


Habíamos llegado a una puerta la cual atravesamos encontrándome con un laberinto de escalones indescifrable, unas subían, otras bajaban, otras estaban en posiciones imposibles donde sería necesario andar de cabeza para poder caminar sobre ellas. Sin embargo, ella conocía el recorrido que debíamos seguir. Los escalones pronto nos condujeron a un profundo sótano donde solo la cálida luz de pequeñas antorchas dibujaba su silueta. Se detuvo de repente. Se dio vuelta y me miró.


Atrapado nuevamente en el hechizo de sus negros abismos, la contemplaba y veía como en ella convivían inexplicablemente la inocencia de la niña que aún era y la más insondable de la lujuria jamás conocida, ni siquiera en aquellas infortunadas mujeres de dudosa reputación que complacían en las noches al príncipe y sus amigos.


Como imanes, nos acercamos el uno al otro, entrelazándonos en un eterno beso anhelado por siglos, desesperado, curioso, conociéndonos. Sus manos pequeñas acariciaban mi cara como dibujándola en la mente de quien no puede ver. Mis manos en su cintura recorrían su silueta y desataban los nudos de su flamante vestido. El lazo que remataba su espalda donde se pronunciaba la más hermosa de sus curvas cedía complaciente ante mis manos, como si yo mismo lo hubiera atado. Ella soltaba cada botón de mi chaleco con facilidad asombrosa, su vestido se abrió y cayó hasta su cintura, y mis manos con una suave caricia sobre sus hombros hacían que también cayera la seda que escondía su piel.


En ese momento noté que ni el mas fino de los terciopelos de la reina podrían igualar la suavidad de su piel, tenía piel de niña, como la de un bebé, su tez con la blancura incorruptible de la nieve, su senos descubiertos me miraban amenazantes, anfitriones de lo que allí ocurriría, mi boca besaba su cuello, y su boca desesperada buscaba la mía. Jugábamos a las escondidas y no dejaba que me alcanzara. Recorría cada centímetro de su piel con mi lengua hasta perderme bajo el vestido que aun colgaba de su cintura, sus muslos furiosamente apretaban mi cabeza hasta sentir que iba a estallar.


La temperatura en el lugar había aumentado y se hacía insoportable, las llamas de las antorchas en las paredes nos miraban atemorizadas, nuestros cuerpos danzantes desprendían su propio calor, su propia luz. La suavidad de su piel y de sus carnes era infinita y me sometía a su voluntad, su mirada que alternaba entre ternura y lujuria como si se trataran de dos personas al tiempo me alentaba a continuar.


Le hice caso a su mirada mas madura y cedí a sus caprichos acelerando el ritmo de nuestro baile. De repente, sus negros abismos se cerraron, dejé de sentir el vértigo, y todas las llamas del lugar se inclinaron ante la luz que despedíamos, el dios del fuego nos hacía reverencia y la luz del lugar quemaba mis ojos. El calor invadió mi cuerpo quemándolo con una llama intensa desde mis cabellos hasta mis pies. Casi dolía, pero no en realidad.


Justo cuando el fuego peligrosamente amenazaba mi vida, ella abrió nuevamente sus abismos quienes apagaron todo de repente, inclusive las llamas de las antorchas y quedamos en la mas profunda de las oscuridades.


Mi cuerpo casi sin vida reposaba sobre ella al igual que mi semilla en su fecundidad la cual daría fruto de nuestro fugaz amor y de donde nacería el próximo guerrero que conquistaría el mundo y lo convertiría en un solo reino.


Cerré mis ojos y morimos juntos por esa noche.



Luis Alberto Parra Hernández

miércoles, septiembre 19, 2007

PLENITUD VACIA

Tibio...muy tibio...rápido...acortado al final...paroxístico...casi un gemido, martillaba una y otra vez cual metrónomo, rítmico y progresivo; su aliento cosquilleaba en mi oreja llevándome al borde del abismo, en una posición incómoda estábamos en aquel pequeño lugar. Por la ventana veía pasar miles de meteoros encendidos en fuego que parecían adornar la oscuridad eterna de fondo.

Ay!, se salió de mis labios al golpear mi cabeza con el techo al arquear mi espalda para erguirme en el eterno éxtasis, definitivamente era incómodo, pero nada importaba. Sus ojos, felices, ingenuos pero experimentados al mismo tiempo, negros, vacíos como la noche y curiosos como los de un niño, su sonrisa constante como tatuada en su cara era una combinacion de placer felicidad y burla. Mis manos de siete dedos cada una recorria lentamente aquel cuerpo, delgado, usado, pero muy placentero, cada pequeña célula en cada una de las yemas de mis catorce tentaculos se disfrutaba cada milimetro de su piel trigueña.

Atrapado, entre dos extensiones de su cuerpo que me rodeaban empujandome hacia ella, eran como un cinturón, delgadas pero fuertes, deseosas...la humedad y estrechez de su interior eran asombrosas, y estoy seguro de que había algun tipo de fuerza que succionaba mi alma desde lo mas profundo; se alimentaba de mi y no me molestaba en lo absoluto, queria alimentarla para siempre...

Llovía desde dentro del lugar, las gotas caían gruesas y golpeaban su cara que como un maniquí continuaba con la misma expresion de antes, como si se hubiera suspendido por la eternidad en aquel instante y fuera a continuar por siempre de la misma manera...

La respiración y el ritmo de el bailar de nuestros cuerpos que ya no controlabamos nosotros mismos se hacía mas rápido, mas fuerte, la estrechez de su interior iba en aumento y mi cuerpo a punto de estallar en miles de burbujas conteniendo en cada una de ellas una porción de mi alma, continuaba por si solo sin detenerse.

Era un gladiador, la espada hacía justicia asesinándola miles de veces, rompiendo sus carnes, mis catorce tentaculos la sostenian hacia mi y note en ese momento que nuestros cuerpos eran indiferenciables y que nos habiamos convertido en un monstruo de dos cabezas, de repente, un silencio ensordecedor invadió el lugar, todo se detuvo, miles de gotas de lluvia nos rodeaban suspendidas en el aire, nuestros cuerpos se encontraban arqueados uno frente al otro ahora separados, levitando en esta dimension desconocida y paralela a la realidad.

Los meteoros encendidos en llamas habian entrado en el lugar y nos rodeaban como luciernagas estáticas, todo estaba paralizado, miré su cara y su expresión había cambiado por completo, sus ojos estaban blancos y su boca entreabierta mostraba una señal de placer infinito y muerte, comprendi en ese momento que mi alma habia sido absorbida.

Dos dimensiones mas tarde las gotas lentamente empiezan a moverse nuevamente y se estrellan estrepitosamente con su cara que aun continua con aquella expresion que simulaba un ictus apopléjico. La lluvia le devuelve a la vida y sus ojos retornan a sus órbitas...aparece nuevamente aquella sonrisa indefinida, mi cuerpo ahora sin vida como muerto se separa del ultimo puente que lo unia al de ella.

Estoy sin vida, mi energía absorbida la puedo ver detras de sus pupilas complacientes. Los meteoros habian apagado su fuego bajo la lluvia que también habia cesado ya. Inexplicablemente todo lo que nos rodeaba permanecia completamente seco. La ventana de aquel lugar ahora empañada no permitia que mirásemos hacia afuera.

Mis labios tocan los suyos como pagándole el favor, los besos vacíos, sin ganas iba uno detras de otro, protocolarios. Ella irrumpe aquel acto estúpido, me mira y dice -"¿Nos vamos?.
Salgo del lugar, subo las escaleras del frente y retomo mi puesto en una silla dura de madera, la princesa olvidada de vestiduras rasgadas y joven vejez continua en el carruaje.

"Arre!" los cascos empiezan a golpear las piedras que tapizan el camino, y desaparecemos en la oscuridad de la noche...

Luis Alberto Parra Hernández

MEDICO: ¿Héroe o Genocida?

El llanto débil de una criatura diminuta de sólo unos cuantos centímetros irrumpe el silencio de aquellos que contenian la respiración esperando tan sencillo acontecimiento... -"APGAR 6/10", dice uno de los héroes que se encuentran en tan pulcro y limpio aposento que ahora se asemejaba a una imagen dantesca entre utensilios sacados de una pelicula de terror y litros de sangre que mojan las telas que rodean aquel lugar que hasta el momento habia sido el cálido habitáculo de la criatura que lucha por vivir...
Uno de los superhéroes corre como si de su propia vida se tratase para realizar todo un ritual que resulta de la combinacion de antiguos chamanes y tecnología barbárica que por suerte mas que por otra cosa hace que la criatura estalle en llanto esta vez mucho mas fuerte.... -"APGAR 9/10", repite el mismo codigo extraño que al parecer tiene alguna relación con la vida del pequeño humano, sería logico pensar que a medida que se acerca mas a 10, el resultado es mas favorable.

El superhéroe sale triunfante del sitio donde realizó el milagro, es casi un Dios, una mujer de mediana edad con cara expectante y una mirada que hacía que sus pupilas se tornaran un gran signo de interrogación, pregunta timidamente. -"Doctor..., como salió?". El superhéroe la mira con un aire de Dios y le responde -"Nació un poco deprimido , pero ya pasó el peligro y está bien, es usted la nueva tía?" la mujer un poco confundida se pregunta que significará el término "deprimido", pero ella solo entiende que aquella figura que le recuerda a algun afiche de alguna pelicula de Superman le ha salvado la vida al pequeño. -"No. Yo soy la abuela" responde la mujer.

Al mismo tiempo, en algun otro alejado lugar del mundo, otro superhéroe sostenía en su mano un pequeño pedazo de carne de aproximadamente 7cms que acababa de extraer del abdomen de un hombre diciendo "Envíen el apéndice a patología", el hombre días después se recupera y continúa su vida normalmente.

En un hecho menos afortunado en otra localidad del mundo, varios superhéroes salen cabizbajos de una sala donde se encuentra un niño que pareciera hubieran estado tratando de convertirlo en un androide. El superhéroe dice al familiar "No había nada que pudieramos hacer, llegó sin vida".

Y así en todas partes del mundo se encuentra una multiplicacion exponencial de Superman que "salva" a aquellos que iban a morir.

Una voz aguerrida grita entre una multitud -"Necesitamos comer", en un idioma extraño, un hombre famélico de mirada triste, cuya piel pareciera adherida a su esqueleto con una mujer a su lado quien a su vez carga inexplicablemente por la ausencia de musculatura, a una criatura de ojos vidriosos y vientre prominente. Toda aquella multitud despide un hedor a sucio, a muerte, casi podría verse volar a las aves de rapiña que esperan por el preciado manjar.

¡Gracias SUPERMAN!, que decidiste con tus poderes infinitos venido de otro planeta realizar tantos actos heroicos y que hoy te multiplicaste en lo que se conoce comunmente como "médico"... No podriamos agradecertelo más, pero si la simple matematica, es más; la simple aritmética hubiera sido una virtud de Superman, tal vez se hubiera preguntado que pasará el dia en que proliferen como langostas toda la humanidad, y cada día aquel lugar alejado de Africa se extienda a los confines del mundo convirtiendose en un cuadro generalizado de hambre y muerte?, será que las aves de rapiña gobernaran el mundo?, tal vez no, tal vez mueran de sobrepeso y no puedan volar mas...

Médico, salvas hoy una vida, permites la existencia de un ser que no estaba destinado a existir, evitas la muerte de alguien cuyo destino era morir, y multiplicas la humanidad muy por encima del número de recursos disponibles en nuestro planeta hasta que no muera uno ni dos, sino masas completas. "Lo solucionaremos, a traves de la historia siempre hemos encontrado una solución, habitaremos algún otro planeta...". No recuerdo bien quien lo dijo, pero suena como salido de una langosta, y además, que es lo que garantiza que por haber superado obstáculos en el pasado vayamos poder superarlos todos?. Hasta allá llega nuestra omnipotencia y sensación de ser Dioses?.

Estos son los momentos en los que me pregunto, si aquellos que decidimos convertirnos en héroes, réplicas de Superman, somos en realidad una réplica de Adolf Hitler mas mácabra, mas fría, mas lentos, mas insidiosos... acaso somos en realidad genocidas?


Luis Alberto Parra Hernández