martes, septiembre 25, 2007

Excesos, Abismos y Pasiones

El dulce tintinear de las copas se repetía una y otra vez, la celebración de un acontecimiento ocurría…el príncipe del castillo pronto sería rey. El vino en abundancia mojaba nuestras bocas llevándolas al éxtasis que acompañado de los mas deliciosos manjares puestos en una larga mesa de dos kilómetros de extensión hacían en conjunto un clímax gastronómico.


El hambre era saciada, y la gula, pecado capital se burlaba de todos los invitados, el vino se bebía y se derramaba por todo el lugar, el desmande era tremendo. En el castillo estaban toda clase de invitados, desde niños vestidos como viejos, hasta viejos vestidos como niños; había un séquito de jóvenes y virginales princesas que desfilaban graciosas y coquetas sonriéndole provocativamente al que se perfilaba como rey en corto tiempo.


El príncipe, quien al nacer había sido entregado al Dios del aire, caminaba por todo el castillo relacionándose con los invitados y escogiendo a la princesa más hermosa del lugar. Decían que dominaría los cielos logrando enviar los ejércitos del reino a través de él y así conquistar reinos lejanos para después dirigir la conquista desde fuera hacia los reinos mas cercanos, la victoria era segura.


El príncipe, a quien conocía bien por ser buenos amigos de la infancia, apenas reía encantado con el festín, y yo veía como las princesas caían seducidas ante su mirada, princesas virginales, que en realidad la mayoría no lo eran gracias a una que otra pilatuna del agasajado.


De pronto, al otro lado de la inmensa sala, entre cientos de invitados, entre máscaras y risas, entre arlequines y dragones de fuego, entre soldados vigilantes y bufones, noté un diminuto cuerpo que deambulaba solitaria observándolo todo desde lejos como yo. Crucé la sala con curiosidad y allí me encontré con una hermosa casualidad.


Se trataba de una princesa de abismos infinitos donde ver o estar ciego no hacía diferencia, ambos abismos se posaban sobre la tez más blanca nunca imaginada llena de tranquilidad y confianza, que remataba en un centro de sorpresas, de verdades, de toneladas de cariño y lujuria. Todo delante de la más grande de las mentes, de un tamaño imposible para ser contenida en una bóveda tan pequeña, uno de sus misterios.


Su mirada era tímida, sabía que la miraba, pero no podía dejar de verla, estaba allí parado ante ella sin quitar mi mirada atónita; empecé a recorrer su cara con mis ojos y entendía que algún día el dios que escribe el libro de nuestras vidas, debió dejar caer del tintero la mas negra de sus tintas; toda la tinta corrió sobre aquella pequeña bóveda conteniendo la más grande de las mentes, enmarcando la más hermosa de las imágenes que por ser indescriptible como conjunto, solo podría darse detalle de cada una de sus partes a la vez y tomaría una eternidad descifrar cada una de ellas.


Viviría mil vidas por entender su misterio, por descifrar la combinación, perderme en sus abismos por siempre, alcanzar su mente y unirla con la mía, hacernos invencibles en el otro...viviendo su vida y ella la mía, viviendo la nuestra...aunque en realidad vida no querría pues terminaría, preferiría la muerte eterna que nos diera siempre para tenernos y disfrutar cada segundo el misterio de sus abismos, para sentir el vértigo que producían en aquel momento cuando me miraban.


Sabíamos que nos pertenecíamos, no nos habíamos visto, pero nos conocíamos de siempre, nuestras mentes habían estado unidas desde mucho atrás en alguna especie de vínculo virtual. Ella me miró nuevamente a los ojos haciéndome caer en sus negros abismos, levantó su mano lentamente y rozando ligeramente mi oreja quitó la máscara que cubría mi cara, me tomó de la mano y caminó delante de mí halándome con seguridad.


Tomamos uno de los pasillos del castillo, cruzando el jardín real entre miles de aves exóticas que hacían de nuestra travesía un paraíso nocturno imposible, bordeamos el lago donde varias de esas aves bebían tranquilas y descansaban en la oscuridad de la noche. Una de ellas con ojos de fuego, miraba atenta, amenazante con sus garras de águila, alas de dragón, y tres patas la sostenían tan quieta como una estatua, sentí temor; volví a mirar a mi princesa y todo volvió a la calma.


Habíamos llegado a una puerta la cual atravesamos encontrándome con un laberinto de escalones indescifrable, unas subían, otras bajaban, otras estaban en posiciones imposibles donde sería necesario andar de cabeza para poder caminar sobre ellas. Sin embargo, ella conocía el recorrido que debíamos seguir. Los escalones pronto nos condujeron a un profundo sótano donde solo la cálida luz de pequeñas antorchas dibujaba su silueta. Se detuvo de repente. Se dio vuelta y me miró.


Atrapado nuevamente en el hechizo de sus negros abismos, la contemplaba y veía como en ella convivían inexplicablemente la inocencia de la niña que aún era y la más insondable de la lujuria jamás conocida, ni siquiera en aquellas infortunadas mujeres de dudosa reputación que complacían en las noches al príncipe y sus amigos.


Como imanes, nos acercamos el uno al otro, entrelazándonos en un eterno beso anhelado por siglos, desesperado, curioso, conociéndonos. Sus manos pequeñas acariciaban mi cara como dibujándola en la mente de quien no puede ver. Mis manos en su cintura recorrían su silueta y desataban los nudos de su flamante vestido. El lazo que remataba su espalda donde se pronunciaba la más hermosa de sus curvas cedía complaciente ante mis manos, como si yo mismo lo hubiera atado. Ella soltaba cada botón de mi chaleco con facilidad asombrosa, su vestido se abrió y cayó hasta su cintura, y mis manos con una suave caricia sobre sus hombros hacían que también cayera la seda que escondía su piel.


En ese momento noté que ni el mas fino de los terciopelos de la reina podrían igualar la suavidad de su piel, tenía piel de niña, como la de un bebé, su tez con la blancura incorruptible de la nieve, su senos descubiertos me miraban amenazantes, anfitriones de lo que allí ocurriría, mi boca besaba su cuello, y su boca desesperada buscaba la mía. Jugábamos a las escondidas y no dejaba que me alcanzara. Recorría cada centímetro de su piel con mi lengua hasta perderme bajo el vestido que aun colgaba de su cintura, sus muslos furiosamente apretaban mi cabeza hasta sentir que iba a estallar.


La temperatura en el lugar había aumentado y se hacía insoportable, las llamas de las antorchas en las paredes nos miraban atemorizadas, nuestros cuerpos danzantes desprendían su propio calor, su propia luz. La suavidad de su piel y de sus carnes era infinita y me sometía a su voluntad, su mirada que alternaba entre ternura y lujuria como si se trataran de dos personas al tiempo me alentaba a continuar.


Le hice caso a su mirada mas madura y cedí a sus caprichos acelerando el ritmo de nuestro baile. De repente, sus negros abismos se cerraron, dejé de sentir el vértigo, y todas las llamas del lugar se inclinaron ante la luz que despedíamos, el dios del fuego nos hacía reverencia y la luz del lugar quemaba mis ojos. El calor invadió mi cuerpo quemándolo con una llama intensa desde mis cabellos hasta mis pies. Casi dolía, pero no en realidad.


Justo cuando el fuego peligrosamente amenazaba mi vida, ella abrió nuevamente sus abismos quienes apagaron todo de repente, inclusive las llamas de las antorchas y quedamos en la mas profunda de las oscuridades.


Mi cuerpo casi sin vida reposaba sobre ella al igual que mi semilla en su fecundidad la cual daría fruto de nuestro fugaz amor y de donde nacería el próximo guerrero que conquistaría el mundo y lo convertiría en un solo reino.


Cerré mis ojos y morimos juntos por esa noche.



Luis Alberto Parra Hernández

miércoles, septiembre 19, 2007

PLENITUD VACIA

Tibio...muy tibio...rápido...acortado al final...paroxístico...casi un gemido, martillaba una y otra vez cual metrónomo, rítmico y progresivo; su aliento cosquilleaba en mi oreja llevándome al borde del abismo, en una posición incómoda estábamos en aquel pequeño lugar. Por la ventana veía pasar miles de meteoros encendidos en fuego que parecían adornar la oscuridad eterna de fondo.

Ay!, se salió de mis labios al golpear mi cabeza con el techo al arquear mi espalda para erguirme en el eterno éxtasis, definitivamente era incómodo, pero nada importaba. Sus ojos, felices, ingenuos pero experimentados al mismo tiempo, negros, vacíos como la noche y curiosos como los de un niño, su sonrisa constante como tatuada en su cara era una combinacion de placer felicidad y burla. Mis manos de siete dedos cada una recorria lentamente aquel cuerpo, delgado, usado, pero muy placentero, cada pequeña célula en cada una de las yemas de mis catorce tentaculos se disfrutaba cada milimetro de su piel trigueña.

Atrapado, entre dos extensiones de su cuerpo que me rodeaban empujandome hacia ella, eran como un cinturón, delgadas pero fuertes, deseosas...la humedad y estrechez de su interior eran asombrosas, y estoy seguro de que había algun tipo de fuerza que succionaba mi alma desde lo mas profundo; se alimentaba de mi y no me molestaba en lo absoluto, queria alimentarla para siempre...

Llovía desde dentro del lugar, las gotas caían gruesas y golpeaban su cara que como un maniquí continuaba con la misma expresion de antes, como si se hubiera suspendido por la eternidad en aquel instante y fuera a continuar por siempre de la misma manera...

La respiración y el ritmo de el bailar de nuestros cuerpos que ya no controlabamos nosotros mismos se hacía mas rápido, mas fuerte, la estrechez de su interior iba en aumento y mi cuerpo a punto de estallar en miles de burbujas conteniendo en cada una de ellas una porción de mi alma, continuaba por si solo sin detenerse.

Era un gladiador, la espada hacía justicia asesinándola miles de veces, rompiendo sus carnes, mis catorce tentaculos la sostenian hacia mi y note en ese momento que nuestros cuerpos eran indiferenciables y que nos habiamos convertido en un monstruo de dos cabezas, de repente, un silencio ensordecedor invadió el lugar, todo se detuvo, miles de gotas de lluvia nos rodeaban suspendidas en el aire, nuestros cuerpos se encontraban arqueados uno frente al otro ahora separados, levitando en esta dimension desconocida y paralela a la realidad.

Los meteoros encendidos en llamas habian entrado en el lugar y nos rodeaban como luciernagas estáticas, todo estaba paralizado, miré su cara y su expresión había cambiado por completo, sus ojos estaban blancos y su boca entreabierta mostraba una señal de placer infinito y muerte, comprendi en ese momento que mi alma habia sido absorbida.

Dos dimensiones mas tarde las gotas lentamente empiezan a moverse nuevamente y se estrellan estrepitosamente con su cara que aun continua con aquella expresion que simulaba un ictus apopléjico. La lluvia le devuelve a la vida y sus ojos retornan a sus órbitas...aparece nuevamente aquella sonrisa indefinida, mi cuerpo ahora sin vida como muerto se separa del ultimo puente que lo unia al de ella.

Estoy sin vida, mi energía absorbida la puedo ver detras de sus pupilas complacientes. Los meteoros habian apagado su fuego bajo la lluvia que también habia cesado ya. Inexplicablemente todo lo que nos rodeaba permanecia completamente seco. La ventana de aquel lugar ahora empañada no permitia que mirásemos hacia afuera.

Mis labios tocan los suyos como pagándole el favor, los besos vacíos, sin ganas iba uno detras de otro, protocolarios. Ella irrumpe aquel acto estúpido, me mira y dice -"¿Nos vamos?.
Salgo del lugar, subo las escaleras del frente y retomo mi puesto en una silla dura de madera, la princesa olvidada de vestiduras rasgadas y joven vejez continua en el carruaje.

"Arre!" los cascos empiezan a golpear las piedras que tapizan el camino, y desaparecemos en la oscuridad de la noche...

Luis Alberto Parra Hernández

MEDICO: ¿Héroe o Genocida?

El llanto débil de una criatura diminuta de sólo unos cuantos centímetros irrumpe el silencio de aquellos que contenian la respiración esperando tan sencillo acontecimiento... -"APGAR 6/10", dice uno de los héroes que se encuentran en tan pulcro y limpio aposento que ahora se asemejaba a una imagen dantesca entre utensilios sacados de una pelicula de terror y litros de sangre que mojan las telas que rodean aquel lugar que hasta el momento habia sido el cálido habitáculo de la criatura que lucha por vivir...
Uno de los superhéroes corre como si de su propia vida se tratase para realizar todo un ritual que resulta de la combinacion de antiguos chamanes y tecnología barbárica que por suerte mas que por otra cosa hace que la criatura estalle en llanto esta vez mucho mas fuerte.... -"APGAR 9/10", repite el mismo codigo extraño que al parecer tiene alguna relación con la vida del pequeño humano, sería logico pensar que a medida que se acerca mas a 10, el resultado es mas favorable.

El superhéroe sale triunfante del sitio donde realizó el milagro, es casi un Dios, una mujer de mediana edad con cara expectante y una mirada que hacía que sus pupilas se tornaran un gran signo de interrogación, pregunta timidamente. -"Doctor..., como salió?". El superhéroe la mira con un aire de Dios y le responde -"Nació un poco deprimido , pero ya pasó el peligro y está bien, es usted la nueva tía?" la mujer un poco confundida se pregunta que significará el término "deprimido", pero ella solo entiende que aquella figura que le recuerda a algun afiche de alguna pelicula de Superman le ha salvado la vida al pequeño. -"No. Yo soy la abuela" responde la mujer.

Al mismo tiempo, en algun otro alejado lugar del mundo, otro superhéroe sostenía en su mano un pequeño pedazo de carne de aproximadamente 7cms que acababa de extraer del abdomen de un hombre diciendo "Envíen el apéndice a patología", el hombre días después se recupera y continúa su vida normalmente.

En un hecho menos afortunado en otra localidad del mundo, varios superhéroes salen cabizbajos de una sala donde se encuentra un niño que pareciera hubieran estado tratando de convertirlo en un androide. El superhéroe dice al familiar "No había nada que pudieramos hacer, llegó sin vida".

Y así en todas partes del mundo se encuentra una multiplicacion exponencial de Superman que "salva" a aquellos que iban a morir.

Una voz aguerrida grita entre una multitud -"Necesitamos comer", en un idioma extraño, un hombre famélico de mirada triste, cuya piel pareciera adherida a su esqueleto con una mujer a su lado quien a su vez carga inexplicablemente por la ausencia de musculatura, a una criatura de ojos vidriosos y vientre prominente. Toda aquella multitud despide un hedor a sucio, a muerte, casi podría verse volar a las aves de rapiña que esperan por el preciado manjar.

¡Gracias SUPERMAN!, que decidiste con tus poderes infinitos venido de otro planeta realizar tantos actos heroicos y que hoy te multiplicaste en lo que se conoce comunmente como "médico"... No podriamos agradecertelo más, pero si la simple matematica, es más; la simple aritmética hubiera sido una virtud de Superman, tal vez se hubiera preguntado que pasará el dia en que proliferen como langostas toda la humanidad, y cada día aquel lugar alejado de Africa se extienda a los confines del mundo convirtiendose en un cuadro generalizado de hambre y muerte?, será que las aves de rapiña gobernaran el mundo?, tal vez no, tal vez mueran de sobrepeso y no puedan volar mas...

Médico, salvas hoy una vida, permites la existencia de un ser que no estaba destinado a existir, evitas la muerte de alguien cuyo destino era morir, y multiplicas la humanidad muy por encima del número de recursos disponibles en nuestro planeta hasta que no muera uno ni dos, sino masas completas. "Lo solucionaremos, a traves de la historia siempre hemos encontrado una solución, habitaremos algún otro planeta...". No recuerdo bien quien lo dijo, pero suena como salido de una langosta, y además, que es lo que garantiza que por haber superado obstáculos en el pasado vayamos poder superarlos todos?. Hasta allá llega nuestra omnipotencia y sensación de ser Dioses?.

Estos son los momentos en los que me pregunto, si aquellos que decidimos convertirnos en héroes, réplicas de Superman, somos en realidad una réplica de Adolf Hitler mas mácabra, mas fría, mas lentos, mas insidiosos... acaso somos en realidad genocidas?


Luis Alberto Parra Hernández

viernes, marzo 09, 2007

CÁNIDOS

La noche ya ha retomado el control del mundo... se posa sobre la faz de la tierra cubriéndolo todo, protegiéndolo todo, calmándolo todo; la brisa dobla las palmeras, las hace danzar al ritmo de una triste melodia, casi un ritual secreto.

La vida pasa frente a nuestros ojos y el mundo gira a la misma velocidad siempre, no importa lo que suceda, al final nadie es indispensable.

Como mariposas revoloteamos a traves de la vida sin rumbo, casi al azar, se nos ha dotado de alas para poder aparentemente elegir nuestro destino, pero en realidad somos presa del viento, de la lluvia y de mil adversidades que al final son las que verdaderamente determinan nuestro futuro. Y nuestra vida, fugaz, pasa inadvertida para muchos, y en unos instantes ya no seremos recordados.

No somos nada, no somos nadie, vivimos y morimos, y simplemente cumplimos una función dentro de un ecosistema que existe prácticamente sin intención alguna, somos el resultado de la inercia generada de una gran explosión que conocimos durante nuestros años de vida como el "Big Bang" principio de todo... nosotros... solo el resultado, solo la consecuencia inmediata de un hecho sin importancia y como la mayoría, al azar.

Sin embargo, las pequeñas partículas que se mueven a nuestro alrededor nos dan la sensación de existir, y nuestro eterno egocentrismo humano nos hace protagonistas de aquello a lo que llamamos vida, somos el centro de todo y nadie podría hacernos pensar diferente, como si existiera alguien que pudiera contradecirnos... es estúpido decir tener la razón cuando no hay nadie más que pueda opinar diferente.

Rauda la noche invade todo el espacio, como siempre, el mismo ciclo ocurre miles de veces una y otra vez. Y nosotros nos preocupamos por todas aquellas pequeñas insignificantes cosas que suceden a nuestro alrededor. Jugamos a llamarnos humanos, e inventamos una mentira en la que nos refugiamos todos los días de nuestra vida para no sentir la incertidumbre de no ser nada, y de no saber qué podría suceder en el instante siguiente.

Asumimos papeles y montamos una gran obra de teatro donde todos somos protagonistas, inventamos personalidades, formas de pensar y tratamos de diversificar al maximo para ser originales, logrando solo uiformarnos más.

Desafortunadamente para nosotros, no somos tan buenos actores y cada segundo en algun lugar del mundo alguien olvida las líneas de su parte y deja al descubierto la triste naturaleza humana, mostrando que solo somos animales, que nacemos, vivimos, nos reproducimos y morimos como cualquier otro, con la diferencia de que le damos una explicacion a todo lo que hacemos.


Al final, todos buscamos seguir con el ciclo de las cosas, irónicamente cada vez que alguien olvida las líneas de su parte del libreto lo calificamos como "malo", dándole importancia inútil y no aceptando ser ésa nuestra naturaleza...

...al final... todos somos una manada de perros y de perras que al igual que nosotros los humanos, los machos superan en número a las hembras en el momento del cortejo y ellas se pasean frente a sus zánganos ofreciéndo y regalando su preciado manjar para ser fecundado y lograr el mantenimiento de la especie.

Lo verdaderamente interesante, es cómo vemos a esas otras pequeñas e insignificantes mariposas convertirse en demonios de fuego que arrancan con sus garras nuestros corazones, los hacen pedazos, cuando nunca en realidad existió tal bella mariposa, siempre fué un animal más en el macabro equilibrio de una cadena alimenticia, en el sádico equilibrio de un ecosistema funcionante.

Añadimos sentimientos y sensaciones a todo lo que hacemos, y nos hacemos cada vez mas a la idea de ser protagonistas de todo, olvidando nuestra predestinada y triste existencia por azar, matizando con mil colores nuestro revolotear por la vida, engañándonos todo el tiempo sin ver que solo somos perros...y perras.

Luis Alberto Parra Hernández

ESTOY MUERTO

¿Estoy muerto?... no lo sé... pero se siente como si lo estuviera.

Quisiera decir que el alba arriba por mi ventana, y que las primeras líneas de luz la atraviesan, pero no es así; el sonido metálico de algún aparato irrumpe imprudente sin ningún tipo de consideración el silencio sagrado que hasta ahora reinaba, solo demostrando cuán fútil es el intento de Sony Ericsson por componer una dulce melodía... Tengo algún estado de conciencia, pero no estoy vivo, sigo muerto, apenas la conciencia suficiente para odiar aquel sonido, apenas la conciencia suficiente para odiar lo que me espera.

Vuelvo a morir. No pude evitarlo...

Milenios mas tarde siento la mano desesperada de alguno de mis familiares, la mano joven y juguetona de mi hermana, la delicada y cansada mano de mi madre, y algunas veces una mano mucho más grande y tosca, trajinada por los años, es mi padre. Alguno de ellos, o varios me tocan tras el cristal de mi féretro queriendo por algún acto de magia divina lograr resucitarme, volverme a la vida, pero no lo logran pues estoy muerto, se supone que es un acto irreversible por lo menos para nosotros los pobres y desdichados mortales.

No importa cuanto quieran, no van a lograrlo.
Y es que estar muerto no es tan malo, se siente bien... mentira... no se siente, pero es precisamente por eso que me gusta.

Las palabras de mis familiares y sus caricias se tornan cada vez mas desesperadas, a veces se detienen por momentos y vuelven mas tarde exasperadas queriendo levan
tarme cual Lázaro.

No me importa, no quiero moverme, me gusta estar muerto, y aunque quisiera moverme no podría. Los llantos sobre mi cadáver cesan, y es entonces la mano helada, hecha de miles de agujas de nieve quien me sobresalta, congela mi alma. Debe ser el aire acondicionado de la morgue... no se siente bien... mejor seguir muerto, ojala no sea así todo el tiempo.

Quiero verme a mi mismo, así que decido levantar mi espíritu y separarlo de mi cuerpo inanimado, soy un espectro, me veo a mi mismo allí tendido, sin vida. Que triste se ve... pero... al mismo tiempo es tan pleno; de mis párpados cuelgan dos cadenas de acero relucientes que conectan con dos yunques en el piso, ¿para que son? ¿Acaso puedo levantarme? Que cosa más ridícula; mis pies y manos se encuentran amarradas también, y de ambos costados de mi cuerpo hay dos brazos espectrales que tiran de mí hacia abajo, que tratan de hundirme, de llevarme.

Dejo mi cadáver en su lucha con algún demonio y veo por la ventana, el cielo está oscuro es de madrugada, probablemente las cinco, no hay hora que odie mas, la recuerdo de cuando vivía. Recuerdo todas aquellas veces que tuve que contemplar el cielo asqueroso de las cinco de la mañana, cielo aquel que es intermedio en todo, que no se define aún, que es frío que interrumpe la hermosa noche, que acaba con una buena parranda o con un apacible sueño, aquel que cuando lo contemplas siempre tienes un sabor amargo en la boca, y en tu estómago sientes las sensaciones mas extrañas que no alcanzas nunca a definir, que nunca supiste si era hambre o ganas de vomitar, aquellas que intentabas calmar con el desayuno que nunca cayó realmente bien.

...y es que a esa hora... nada cae bien.

Pobres vivos, pobres mortales, pobres los que tienen que seguirlo viviendo, yo ya estoy muerto y estoy feliz, igual hace rato ya que no sentía ganas de despertar. Insisto en lo mismo que insistí durante mi vida, El creador se equivocó, debí ser vampiro, haber vivido en la oscuridad tibia y eterna de la noche. Dentro de poco podré reclamarle personalmente, ¿así se dice? Ya estoy muerto, supongo que sería reclamarle espiritualmente.

Vuelvo la vista de la ventana y retomo la contemplación de mi cuerpo sin vida, ahora noto la presencia de algo que no había visto antes una lanza atraviesa mi pecho, haciendo uso de mis vagos conocimientos de la medicina que ahora me son tan inútiles, asumo que por su localización ha debido atravesar mi corazón sin duda alguna. Probablemente la causa de mi muerte.

De repente...un sonido estruendoso, metálico, horrible, se escucha, viene de todas partes, un vórtice gigante se abre ante mi, me succiona y no puedo evitarlo viene desde mi cadáver, me succiona...

...¿Qué es esto?...

...Silencio, quietud...

...no ocurre nada, no puedo moverme, no puedo abrir mis ojos, que sensación tan desagradable...

...se parece a....

¡No! no puede ser. No podría soportarlo, necesito irme al mas allá, no puede ser que esté sucediendo de nuevo. Tantas veces repetirse tantas veces iguales todas iguales, sin significado, sin motivo, sin ganas…no quiero, estoy cansado. Estoy cansado, juro que no lo soporto. Mi mano derecha se libera, necesito comprobarlo, dirijo mi mano a mi ojo derecho y me encuentro con la terrible verdad...

Las cadenas están allí, la lanza sigue donde ya hace rato se encontraba, las mismas malditas ganas de vomitar, el mismo frío que hela mis huesos, la misma falta de significado. Retiro una cadena y abro un ojo. Es tan triste que no puedo llorar, es tan triste que todo esto que he dicho antes se hace tan ridículo.

Los rayos de luz entran por mi ventana, no deben ser las cinco, debe ser mas tarde...Ahora lo entiendo todo...sigo vivo, como siempre. Retiro las cadenas de mis párpados, y las ataduras de mis manos y pies. Me levanto con cuidado de manera que la lanza no me haga mucho daño, la dejo ahí donde debe estar.

Empieza otro día, hace rato que no tenia un sueño tan bonito, lástima que fuera sólo un sueño, que espantoso volver a empezar…que desesperante regresar a la realidad... que frustrante otra vez...

...¡Mierda! Voy tarde.


Luis Alberto Parra Hernández